Afinadores Electronicos e Instrumentos de Viento por Angel Sampedro Parte 1

Posted by Al Nau on

Por Angel Sampedro  http://quenaargentina.blogspot.com.ar/

A mediados de la década del ’80 comencé a construir mis primeras quenas e instrumentos de viento. Orgullosamente, compré mi primer afinador electrónico, un BOSS TU-12, que combinaba aguja y unos leds que indicaban la nota que el aparato estaba recibiendo. Podía entonces decir que mis instrumentos estaban afinados electrónicamente, en tanto verificaba la afinación con ese dispositivo. Era cromático, a diferencia de los más comunes de la época, que sólo registraban las notas de la guitarra. Con ello podía controlar todas las notas del registro de la quena, hasta el Do7, colocando el modesto límite del afinador en 2093Hz

Paseando por la feria artesanal de Belgrano, crucé con Chiquito Rodríguez, quien era un ya reconocido constructor de vientos folklóricos, además de quenista integrante de Raíces Incas. Como al pasar, le comenté que usaba un afinador para mis instrumentos, cosa que no le gustó nada. Algo exaltado, más o menos me dijo que eso no servía para nada, que la nota se tenía que sentir en el cuerpo, y de ahí salía.

En aquel momento mi razonamiento fue simple: Chiquito Rodríguez era un consumado intérprete y constructor de instrumentos, pero su visión era anticuada y resistía a los cambios que la tecnología estaba trayendo.

El afinador electrónico es una herramienta útil, sin dudas. El hecho de disponer de una referencia inmediata y certera de la frecuencia absoluta de un sonido, no subjetiva -es decir, no depende de nuestro entorno perceptual, es fantástico. Hoy día los afinadores son elementos comunes e indispensables para cualquier músico y constructor de instrumentos. Pero como toda herramienta, debe ser bien usada, y no intentar llevar sus aplicaciones más allá de sus posibilidades.

Esto es especialmente cierto para el uso en aerófonos. Yo creo que como el aerófono tiene una acústica relativamente compleja, y en especial de difícil visualización. El músico, el público en general, y muchas veces el constructor de vientos tiende a asimilarla con la de otros instrumentos más comunes e internalizables, como una guitarra o un teclado, estableciendo una analogía no necesariamente cierta. En estos últimos instrumentos, la emisión de la nota depende casi totalmente de un elemento externo al músico, como puede ser la cuerda (de guitarra o piano), o el dispositivo eléctrico o electrónico excitado al pulsar un teclado.  En el instrumento de viento siempre hay una interacción mayor entre el ejecutante y la altura del sonido resultante. Comparte con las otras familias, por supuesto, la cuestión tímbrica, la cadencia, el tiempo, y toda la intencionalidad que el músico pone en la ejecución, pero quiero ahora centrarme en la altura de la nota y su correspondiente físico, la frecuencia, que es lo único sobre lo cual un afinador ordinario puede brindarnos información precisa.

Aquí podría citar un uso inapropiado y excesivo del afinador, cuando se controla al detalle cada nota y se trata de establecer con ello una desafinación en el instrumento. Es comparable al instrumental de un automóvil: el mismo nos da información de varios parámetros, por ejemplo la velocidad, pero eso no implica que debamos estar manejando con la vista fija en el velocímetro para convertirnos en buenos conductores. Al igual que en este ejemplo, la afinación de un instrumento de viento es algo más complejo y sutil que medir cada nota frente al afinador.

La interacción del ejecutante con un instrumento de viento es elocuente, desde el momento  que el instrumento debe considerarse como un sistema, del cual el vientista es parte fundamental –en especial en flautas sin canal de insuflación, como quenas o traversas.

Esto es bien conocido por músicos y constructores, las más de las veces de manera intuitiva. Por suerte es así, ya que no sería práctico estar pensando conscientemente en todas las variables que intervienen en la afinación de la nota[i] al momento de estar tocando. Incluso en muchos casos de eximios vientistas, se ignora profundamente qué es lo que está pasando acústicamente cuando se ejecuta un instrumento, por ejemplo, saber que no es el material el que suena, sino el aire. Y ni siquiera el aire que uno sopla es lo que suena, sino la columna de aire confinada en el interior del instrumento. Pero este es tema que merece todo un capítulo aparte.

Cada nota es moldeada por el soplo, desde el momento que el funcionamiento de un aerófono está dado por la excitación de la columna de aire por la oscilación del chorro de aire soplado. Tanto el chorro de aire como la columna tienen su frecuencia de resonancia; cuando el instrumento comienza a sonar, ambas se ajustan y “traban”, constituyendo un sistema de resonancia. La velocidad a la que soplamos, o más exactamente, el tiempo que tarda el chorro en recorrer la distancia entre los labios y el filo de la escotadura, modifican la frecuencia final de esa trabadura, y por lo tanto, la afinación de la nota que suena. Suponiendo que el soplo es preciso, por debajo de cierta intensidad de soplo la nota no suena (no llega a excitar el tubo), y por encima de cierta velocidad, el instrumento cambia de registro y salta a la octava. Esto explica porqué soplando más fuerte o más débil, la nota se modifica.  Cada nota tiene su propia resonancia, y por lo tanto su propia velocidad de soplo para sonar afinada. Dentro de un cierto rango de velocidad de soplo, la nota “suena”, desde más grave (a baja velocidad) a más aguda (a más velocidad) Este es uno de los factores ajustado intuitivamente por el músico experto, quien conociendo el instrumento sabe como soplarlo

 

La afinación del instrumento en general depende también, y mucho, en la posición relativa del filo de los biseles, y los labios del ejecutante. En realidad, lo que hace variar es cuanta apertura se deja liberada, cuánta área de la escotadura está expuesta al exterior. Si el ejecutante cierra, acercando sus labios a la escotadura, el instrumento suena más grave, y al abrir, o alejar, más agudo. En la ejecución de flauta traversa esto se denominarolling, y tiene que ver con el mismo fenómeno. El flautista lo sabe y corrige en forma intuitiva, permanentemente. El buen trabajo del luthier al construir un instrumento de viento “afinado” es que esa corrección permanezca en el campo de lo intuitivo, es decir, que el flautista no tenga que pensar en esto. Por otro lado, este acceso y control del ejecutante sobre el soplo, su velocidad y distancia, tanto en la quena, como el shakuhachi, o la flauta Boehm, es lo que permite una expresividad de la que otros instrumentos carecen.

 

Cuando nos colocamos frente a un afinador y soplamos el instrumento es muy fácil recurrir al autoengaño (consciente o inconsciente), ajustando el soplo para que la nota dé o parezca afinada.  Esta no es una situación realista de ejecución, ya que cuando se toca música no hay tanto tiempo para corregir.  El luthier debe por ello cultivar un soplo neutro, pero correcto. La extra corrección también es artificial, como por ejemplo, tratar de ejecutar todas las notas con un soplo exageradamente estable, que tampoco es real. Cada nota lleva en realidad una velocidad de soplo ligeramente distinta, que combinada con otros factores resulta en el ajuste de la afinación fina hecha por el músico.

 

Existen dos situaciones de afinación; una interna del instrumento, que es como funciona el mismo armónicamente; esto es, que en igual posición de digitación, los modos de resonancia se encuentran alineados, o armónicos. Otra, es la afinación externa, es decir, si el La4 corresponde a la referencia establecida (ordinariamente, 440Hz).

Los instrumentos de mayor diámetro suelen ser más difíciles de soplar afinado, ya que a mayor diámetro, cada nota tiene una resonancia más amplia, y por lo tanto más móvil. Esto se refiere como mayor ancho de banda en frecuencia. Es bastante conocido por los quenistas que las notas pueden bajarse o subirse más en quenas gruesas, lo que bien usado es un elemento de expresividad (bending). Las quenas delgadas son más estables, y algo menos expresivas para vibratos de frecuencia o bendings. Hay que remarcar que en los instrumentos de viento –como en la mayoría de las cosas- no se puede tener todo, siempre hay una elección. Una quena gruesa, con agujeros grandes, tendrá más caudal y potencia, pero pedirá mucho aire en los sonidos agudos; una quena delgada será más estable, y podrá modular más dulcemente los agudos, pero pierde cuerpo en graves. El lutier y el músico buscan permanentemente un equilibrio aceptable, y eligen el mejor instrumento en función a la condición de uso, por ejemplo, si es para tocar al aire libre junto a otros instrumentos, o es para usar en un estudio de grabación.

 

En cualquier quena, las notas de la primera octava, o primer registro, o fundamentales, tienden a ser más móviles que las de registros superiores. Esto es porque suenan con un rango de velocidades de soplo más amplio que las agudas. Por ello, suponiendo un instrumento bien afinado internamente, es aconsejable revisar la afinación de la segunda octava, y luego buscar la posición y velocidad correcta para la primera octava.

 

La afinación, ¿un fenómeno físico o perceptual?

 

A veces se menciona que las quenas son instrumentos desafinados, por las características de su material o su simplicidad comparada con una flauta Boehm metálica (comúnmente conocida como flauta traversa o travesera). En realidad, ambos instrumentos (y todos los de su familia) comparten los mismos principios acústicos. Sucede sí que las flautas clásicas son construidas con medidas mucho más estandarizadas, lo que hace que la técnica de afinación también lo sea. Mientras que las flautas Boehm en Do4 tienen un cuerpo cilindrico de 19 mm, y un cabezal cónico que disminuye su diámetro hasta unos 17 mm, las quenas en Sol4 se construyen en diámetros entre 15 y 22 mm, con cuerpos cilíndricos, ligeramente cónicos o combinados. La pared del tubo es distinta también: mientras que en las flautas la torres son bastante estandarizadas, en las quenas hay diferencias de pared importantes tomando un ejemplar contra otro. A su vez, tanto el bisel como los agujeros son de dimensiones variables, mientras que en la flauta son más determinados. Esto hace que es más fácil comparar una Boehm con otra (tal vez con una sola o pocas variables diferentes), mientras que las quenas son sumamente diversas, y la técnica precisa de soplo está mucho más estipulada en la flauta, acerca de cómo “debe ser”.

Por esto, cuando desafinas en una flauta Boehm, el responsable es ciertamente el ejecutante, mientras que en la quena, puede echarse la culpa al instrumento. Definitivamente, son instrumentos muy emparentados en lo acústico, pero diferenciados en la técnica de ejecución y en su construcción y estandarización.

 

Hay otros factores externos que afectan la afinación absoluta de un instrumento de viento, siendo tal vez el más importante la temperatura. No importa tanto la temperatura de la atmósfera, sino el de la columna de aire, aunque están claramente relacionadas. La temperatura influye en la velocidad del sonido, que es la velocidad de reacción del medio; a más alta, más rápida es la onda en recorrer el instrumento. Considerando que el aire soplado está a una temperatura superior a la del instrumento, el mismo se irá calentando a medida que soplamos. Por ello el instrumento de viento suena distinto luego de un rato de ejecutarlo.

Si miramos en detalle, no todo el aire del instrumento está a igual temperatura, en especial en flautas largas: la parte más cercana a la boca contendrá aire más caliente que el final del tubo. Por lo tanto, la onda no se mueve a igual velocidad a todo lo largo del tubo.

Otro detalle a tener en cuenta es que la velocidad del sonido es distinta en el aire atmosférico que en el aire que emanan los pulmones, ya que éste contiene más dióxido de carbono y menos oxígeno. La velocidad del sonido en el dióxido de carbono es menor que en el aire ordinario. Considerando los valores teóricos, a 20º C la velocidad del sonido en el aire es de unos 343 m/seg, mientras que en el dióxido de carbono es de 267 m/seg. El contenido de vapor de agua del aire pulmonar en general es superior al del aire atmosférico. En este caso, la velocidad del sonido aumenta. Es dable observar que los instrumentos de cuerda presentan un comportamiento opuesto: suben con el frio y bajan con el calor. Este es otro ejemplo en que una analogía con los instrumentos de cuerdas resultaria inapropiada.

 

Lo más importante de esto es que la quena no tiene igual afinación un día frío y otro cálido, ni tampoco al empezar a tocarla o luego de 15 minutos de hacerlo. Afortunadamente, esas diferencias son relativamente pequeñas, y son también compensadas por el ejecutante. Podemos inferir, entonces, que la quena en sí no está por si misma en 440Hz, sino que en conjunto con el ejecutante, forma un sistema que se poneen 440Hz.

 

La situación de uso de un afinador podría compararse con una fotografía, siendo la ejecución musical una película. Cuando estamos frente al afinador pretendemos que todas las notas estén “clavadas” en un centro, mientras que al ejecutar música existen diferencias de afinación bastante apreciables. Incluso para flauta clásica existen trabajos de investigación que muestran estiramiento en las octavas de hasta 25 cents (octavestretching). Incluso, los ejecutantes de flautas y quenas pueden controlar sutilmente ciertos intervalos. Aunque el instrumento esté afinado por el luthier de manera temperada, el músico puede llevar la escala a afinaciones más armónicas, como intervalos justos opitagóricos.

La realidad demuestra, entonces, que una quena no tiene una afinación absoluta estable, sino que la misma varía dependiendo de las condiciones externas, y del manejo que el ejecutante haga de ella. Lo mismo puede afirmarse de cualquier instrumento de viento, en especial aquellos en los que el músico tenga control sobre las variables de la embocadura.

 

Continua con la segunda y final parte

 


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